Día 110 (21-05-2013) «Entre un Toblerone® y un nudo en la garganta»

No soy de las que ama el chocolate, de hecho prefiero todo aquello que lleva sal, por eso mi adicción a los Doritos (por ejemplo), sin embargo tengo claro que un chocolate es elemental para cambiar muchas veces el mal sabor… además que científicamente se ha comprobado que ayuda con la secreción de endorfinas, tomando en cuenta esto, podríamos decir que un chocolate podría talvez cambiar incluso el mal sabor de un día.

Hace rato que ruralear no me mete un puñete, pero hoy… hoy fue ese día!

No soy de las doctoras gruñonas ni mal encaradas, sin embargo hay cosas que me enojan por ejemplo niños que cada mes vienen enfermos, ¿cómo es posible que niños pequeños se enfermen una vez al mes? esa es la pregunta que les hago a las mamás, entonces me dicen «es que le gusta jugar en el agua y si lo(a) quito de ahí llora» entonces yo empiezo con la terapia de la respiración para entender ¿desde cuándo el decir «no» está mal?, y en momentos como esos a veces entiendo por qué estamos donde estamos!

De repente el llanto de un niño y los gritos se escuchaban afuera, yo no podía salir, solamente supe que era Diego cuando su mamá intentaba meterlo a la fuerza al consultorio y el enano lloraba, gritaba y se aferraba a la puerta… así que metí la mano en mi mochila y saqué un chocolate, me acerqué a Diego que seguía llorando y lo miro, le digo «no te va a pasar nada, entra y quédate aquí» me miró con sus ojotes negros y seguía llorando, le pedí su mano y le puse el chocolate… entonces le dije ven conmigo… lo senté en la silla y todo fue calma.  Luego de unas horas la escena se repetía con Joel que tenía que recibir un pinchazo… fui hasta la sala de enfermería y hablé con el, lo hice respirar y una vez que la aguja entró a su cuerpo todo era distinto, su premio fue otro chocolate que saqué de mi mochila.

Pero… lo que vendría en la tarde, no me lo esperaba.  Cuando los años de formación profesional avanzan, todos te aconsejan no involucrarte o literalmente te dicen «tienes que endurarte» para que no te afecten cosas que ves con tus pacientes… Pero cada día que pasa, para mi es inevitable y talvez es así porque yo no dejo que sea de otra forma… a mi me gusta involucrarme, sentir, palpar, dejarme tocar por la vida de otros… la vida y los dolores de mis pacientes…

Era la jornada de la tarde para cuando Sandra entró apresurada a mi consultorio, extendiendo su mano con la carpeta de su historia clinica… la invito a sentarse…

–  Sandra, cuénteme, ¿en qué la puedo ayudar? – Doctora hace unos días me toqué algo en el seno.

No se ni como describir esa sensación que me recorre el cuerpo cuando escucho ese tipo de cosas, la miro intentando no hacerle saber ni mucho menos sentir eso que yo siento o pienso… después de todo ella llega a mi por ayuda… y en esa ayuda se incluye darle algo de tranquilidad.

Luego de varias preguntas le pido que se siente en la camilla para examinarla… y ahí estaba esa masa dura en uno de sus senos… sentía la mirada de Sandra encima mío… sentía su vida encima mío…

Volvimos al escritorio, escribí lo que requería en la historia clínica mientras el silencio taladraba la habitación, y ella buscaba en mi cualquier signo o señal que le llegara a sugerir sus temores… La miré, miré sus 20 años, su soltería, su no maternidad… y sentía que empujaba la piedra de Sísifo porque luchaba contra esa sensibilidad que a veces a los médicos no se nos permite con un paciente…

… «vamos a hacer esto paso por paso Sandra, en primer lugar quiero que sepa que yo entiendo que esté asustada, pero quiero explicarle que no toda masa en el seno es cáncer…» entonces empezó a llorar y a mí sus lágrimas me golpeaban como piedras a una ventana… «le voy a entregar una hoja de referencia al hospital para que un especialista la valore, le haga exámenes y así saber qué es aquello que encontramos en su seno…» entonces ella me pregunta si es común que a los 20 años ella pudiera tener cáncer… y le explico que podría ser posible y que talvez no, que eso lo sabríamos con los exámenes que le realicen en el hospital.

Se limpiaba las lágrimas del rostro mientras yo llenaba la hoja, tenía manicure con dibujos de Hello Kitty, le ofrecí pañuelos de papel… le expliqué el procedimiento que hay que seguir en el hospital con las hojas… la miré y le dije «todo estará bien…» metí mi mano en la mochila, le entregué las hojas y le dije «le regalo un chocolate para que ya no esté triste»… sonrió, me estrechó la mano con tanta fuerza que sentí que era un abrazo… y salió de mi consultorio…

Solo en ese momento pude descargar unas lágrimas, tragar saliva… respirar varias veces… mantener la calma o por lo menos intentar hacerlo… y llamar al siguiente paciente…

Yo solamente espero que el Toblerone® le haya regalado a Sandra algo de dulzura en medio de todo esto amargo que debe estar pasando.

Toblerone

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: