
Era una clase, de esas que disfruto tanto. Hablábamos de la importancia de ser un líder en lugar de ser un directivo, simplemente.
La profesora se acercó a la computadora y dijo: ahora vamos a ver extractos de una película para identificar aquello de lo que hemos hablado durante las clases.
Ya cuando todos nos metimos en la película y nos olvidamos que era una clase, empezó de nuevo la clase.
La película es «Invictus», no la había visto antes, nunca supe de qué iba y por eso no me llamaba la atención. Pero después de aquella clase decidí que era uno de mis pendientes.
La vi esta madrugada, mientras peleaba nuevamente con mi mal hábito de sueño.
Más allá de la gran historia en la que se basa la película, hoy quiero escribir sobre aquello que me sacudió profundamente.
Un poema, tan «simple» como eso.
El poema que acompañó a Nelson Mandela durante todos aquellos años que estuvo en la cárcel.
Lo escribió William Ernest Henley y se llama «Invictus».
Out of the night that covers me,Black as the pit from pole to pole,I thank whatever gods may beFor my unconquerable soul.In the fell clutch of circumstanceI have not winced nor cried aloud.Under the bludgeonings of chanceMy head is bloody, but unbowed.Beyond this place of wrath and tearsLooms but the Horror of the shade,And yet the menace of the yearsFinds and shall find me unafraid.It matters not how strait the gate,How charged with punishments the scroll,I am the master of my fate,I am the captain of my soul.
La canción que lleva parte de este poema es «9000 years», del soundtrack de la película. Suena a victoria a esperanza y a nostalgia.
Y pensar que esto era «apenas» una clase.
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