Hablar de Salud Pública en nuestro país no es tan fácil ni tan simple como suena. La mala remuneración económica y el escaso reconocimiento al trabajo permanente realizado detrás de los grandes escenarios hospitalarios, son talvez los factores causantes de que la Salud Pública sea la última rueda del coche en nuestro país.
La imagen que tenemos de un médico es la misma para todos: un mandil blanco, un fonendoscopio alrededor del cuello y un hospital o centro de salud por el que recorren todos los días. Pero el médico salubrista pasa desapercibido siempre, porque va vestido de civil. No lleva nada en su vestimenta que nos sugiera que ha estudiado años para hacer lo que hace. No lo reconocen, no solamente por su vestimenta sino porque casi nadie toma en cuenta la relevancia de su trabajo que permite que aquellos médicos con mandil y con fonendoscopio tengan todo lo necesario para cumplir con su labor.
Hace un mes empecé a trabajar en Salud Pública. Diariamente aprendo algo, pero sobre todo veo cosas que no lograba ver mientras escribía #ruraleando. No las veía porque mi realidad era distinta, porque yo estaba en un subcentro pidiendo que las cosas cambien. Solamente hasta hoy puedo ver que ese mismo clamor lo tienen aquellos que se encargan de generar un sistema de salud que nos permita a todos avanzar.
Durante esta semana estuve haciendo recorrido por una de las provincias que corresponden a la Coordinación Zonal a la que pertenezco. Viajar por carreteras peligrosas y destruidas me hacen pensar que hay mucho aún que está pendiente y que nos daría una mano para mejorar la salud de aquellos a los que les toca caminar por horas para llegar a un subcentro de salud.
Cuatro días y tardes entre carreteras, subcentros y centros de salud. Es inevitable regresar unos meses y verme en uno de esos lugares. Trabajando desde abajo para causar un pequeño impacto en la salud.
Hay algo fundamental para lograr que las cosas funcionen y es trabajar para que eso pase. Es más o menos como aquel hombre que en su momento vio la necesidad de crear fuego, entonces tenía todos los materiales para que su experimento funcione, sin embargo nada pasaría si es que él no causara la chispa.
He visto centros de salud que piden a gritos recursos económicos para comenzar cambios en infraestructura, pero su personal aún no tiene el compromiso de cumplir con las normas establecidas para programas específicos. Entonces de qué serviría todo ese dinero si nada más lo que veríamos es un elefante blanco.
Las fallas administrativas han llegado a sorprenderme. Y hasta me han hecho pensar en aquellas fallas que tuve cuando era médico rural. Los recursos bien manejados, los espacios bien distribuidos, las medicinas bien prescritas. Todo eso hace la diferencia. El problema está en que no siempre podemos visualizar eso claramente. No hasta que ves todo desde el otro lado de la gestión.
Subcentros de salud que siendo más pequeños trabajan de maravilla. La población ha sido censada, las mujeres embarazadas de riesgo están controladas, los niños con desnutrición tienen seguimiento estricto. Otros centros de salud han llegado a implementar salas de terapia física y rehabilitación manejando el presupuesto que les han otorgado. Equipos trabajando en una comunidad establecida, conociendo la realidad de la población, yendo donde están los problemas, no esperando a que los problemas vayan a golpear la puerta del centro o subcentro de salud.
Durante esta semana solamente una cosa me da vueltas. ¿Cómo lograremos que nuestra gente quiera generar la chispa?. ¿Cómo hacer que sientan ese compromiso como suyo?. ¿Cómo hacer que se enamoren de la Salud Pública?.
Si logramos solucionar las preguntas hechas. Podría decir sin miedo que un día no muy lejano, ser salubrista sería más o menos como ser el ganador del Oscar a mejor director. Porque no importa si sales en la película, pero importa mucho lo que hagas detrás para que la gente vea y disfrute lo que ve.