MI dragón, MI príncipe de largos cabellos y mirada misteriosa

Hace un año volví a encontrarme con el dragón.  Ya no éramos tan jóvenes como cuando nos conocimos y sin duda el tiempo transcurrido nos había cambiado.  Él seguía encerrado entre las paredes del castillo y yo seguía luchando por lograr que me abriera la puerta.

Me senté y empecé a recordar que todos los cuentos de hadas eran distintos al que yo estaba creando.  Usualmente es la princesa que es rescatada, la que deja atrás un castillo de grandes muros, un pasado lleno de sombras y de  miedos… entonces…

Qué hago yo luchando por rescartar a un dragón?

Y recordé que años atrás, el dragón que vive dentro del castillo,  con un beso me convirtió en princesa.

Desde aquella vez, recorro diariamente toda la ciudad, llego al castillo, golpeo la puerta y le pido que abra… Todos los dias con la ilusión de que al abrir la puerta sea un beso mío el que lo convierta en príncipe… MI PRINCIPE

Hoy el Dragón me ha escrito, la continuación de aquel cuento que iniciamos años atrás, que hace más de un mes decidí escribir … y… que a lo mejor con un toque de suerte o de ilusión algún día logremos realizar…

Y el Dragón pensó: negros son mis ojos, como negro mi corazón, y se esfumó con un aleteo de sus enormes  alas,  desprendiendo a su paso  un par de ladrillos de la cornisa más elevada, que se hicieron añicos al besar la roca.

.

Campaniche, la esposa del viento, se tumbó desnuda sobre la hierba fresca que crecía a sus anchas en los amplios jardines reales. La hierba, descuidada desde hacía meses, ocultaba su desnudez  y dejaba al descubierto únicamente la tersura de sus rodillas, y aquellas cicatrices de su niñez de otros tiempos.

.

Tras las rejas, dos puntos rojos se prendían y apagaban, al tiempo que una estela de vapor picante se condensaba en los barrotes. Desde lejos, el Dragón la miraba con unos ojos que semejaban los inicios del tiempo…

.

Campaniche lo sintió de inmediato, y fijo su mirada de doncella más allá de los muros, como si mirara a través de ellos.

.

Sus miradas atravesaron las murallas, pasando por el pueblo como una mala noticia que nadie quiere escuchar. Atravesó el convento en segundos, y fue único testigo de los amoríos prohibidos que se fraguaban en sus rincones más vedados. Dio una vuelta en ocho por la cárcel y encontró a Domingo Pilamunga colgado del cuello incluso antes que sus carceleros lo hubiesen notado. Antes de empaparse de la lluvia helada que comenzaba a caer, sus miradas se encontraron  en medio de la plaza y se enroscaron sin tocarse como dos enormes alacranes embebidos de júbilo y a microsegundos de la embestida final.

.

Nunca se supo que ocurrió, pues al momento de tocar sur erguidas colas, un rayo partió en dos el atrio de la iglesia matando de contado a la vendedora de velas y cegando a todo quien se encontraba en la plaza.  Por los aires, volaron encendidas cientos de velas de todos los colores y tamaños, y estallaron en sincronía inverosímil las farolas de aceite de ballena traídas desde la Noruega del siglo pasado.

.

Un olor a rosas dominó la plaza y contagió la risa en todo aquel que percibía el aroma. La risa inicial, se convirtió en júbilo y el júbilo en deseo. Se cuenta que viejos amores se encontraron en la plaza y se amaron sin descaro entre las ruinas calcinadas del atrio. Otros, tomados de la mano, caminaron como niños enamorados y se alejaron para siempre del pueblo. Los más contagiados, aquellos que tenían alma libre, se besaron húmedamente hasta quedarse sin saliva; y en sus ojos se formaron dos colas de alacranes de una geometría perfecta.

.

Eso fue hace más de cuatrocientos años. Desde entonces, cuenta la leyenda que un Príncipe de largos cabellos y mirada misteriosa se convierte en Dragón, y recoge en su espalda a una bella princesa, justo ahí, donde mis miradas se encontraron en el centro de la plaza.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Back to Top